Mucha nieve. Mucho diálogo. Mucha genialidad. Mucha locura. Mucha sorpresa. Mucha sangre. En conclusión: mucho Quentin Tarantino.
Tras su última película 'Django: desencadenado' Tarantino vuelve a repetir en el género del western, con una película de muy larga duración (2h 45 min) cuyas dos primeras horas son prácticamente todo diálogo. Conversaciones que sirven para presentar a los personajes y para asentar las distintas relaciones que se irán desarrollando en esa cabaña en la que todos ellos quedan atrapados unos con otros.
Esto puede pillar por sorpresa a más de uno que vaya al cine sin saber lo que va a ver o sin conocer a Quentin, porque la película comienza con un ritmo lento y pausado, pero que poco a poco nos mete de lleno en esa tensión creciente que va en aumento en cada minuto y que nos tiene en alerta porque sabemos que en cualquier momento puede estallar la situación.
Ocho personajes, cada uno con su historia y sus secretos, representados magistralmente por un reparto realmente fabuloso. Es difícil decir quién lo hace mejor que quién. Desde Samuel L. Jackson hasta Kurt Russell, pasando por una diabólica Jennifer Jason Leigh o un Walton Goggins (que muchos conocerán por ser Venus, la prostituta transexual en la serie Sons of Anarchy) que hace un papel realmente espectacular.
La película, como todas las del director, también tiene momentos de humor en situaciones que para nada lo esperamos, estallidos de sangre y violencia en los que Quentin no se corta ni un pelo, y un final repleto de giros y sorpresas...
En conclusión, una película made in Tarantino, con su personal estilo de dirigir desde el primer hasta el último plano.
Casi tres horas (que no se me hicieron largas) atrapados en esa casa por la ventisca junto a esos ocho odiosos personajes de los que nunca sabemos qué podemos esperar. Y es que ya lo dice el póster de la película: "Nadie viene hasta aquí sin una maldita razón".
Lo mejor: No es nada previsible. Hasta prácticamente el final no somos capaces de predecir cómo va a acabar la historia.
Lo peor: el principio puede hacerse algo lento, aunque no tardamos en meternos de lleno en la situación.
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